La Fundación Cajamar ha analizado en su último boletín trimestral la situación de la temporalidad laboral en España y la incidencia que han tenido las sucesivas reformas en el mercado de trabajo. Tras esbozar las líneas maestras de la actual reforma laboral, el estudio analiza la buena situación actual, con un considerable descenso de la tasa de paro, que se situó en el 8,53% en el segundo trimestre de 2006, según la EPA. Este dato hace que nuestro país haya dejado de ser el farolillo rojo de la UE, por debajo incluso de una potencia económica tan importante como Francia y con una tasa muy próxima a la de Alemania.
No obstante, a pesar de que la actividad, la ocupación y el desempleo presentan buenos resultados, todavía persisten otros problemas muy importantes como la temporalidad y la alta siniestralidad. En comparación con el resto de la UE, el análisis destaca que la presencia de contratos temporales es más elevada en España que en el resto de países europeos. Así, desde finales de los 80, mientras que en España más del 30% de los contratos son temporales, en el resto de Europa este porcentaje baja al 11%. De hecho, nuestro país es el que refleja la mayor tasa de temporalidad, seguido de Polonia y Portugal, aunque con tasas muy inferiores al 30% -el 25,7% y el 19,5% respectivamente, en diciembre de 2005-.
Por otro lado, entre los países que mantienen un nivel intermedio de temporalidad -entre el 9,5% y el 15%- se encuentran Suecia, Alemania, Holanda, Francia, Dinamarca, Grecia e Italia. Paradójicamente, los países con menor tasa de temporalidad son los que menos regulación presentan sobre estos contratos. Es el caso de Irlanda, Reino Unido, Bélgica y Austria.
Entre las causas que podrían explicar la sobreexplotación de la temporalidad en España, la Fundación Cajamar destaca la singularidad de nuestro tejido productivo que demanda, de forma estructural, una mayor flexibilidad laboral debido a la fuerte estacionalidad de sus ciclos económicos, dada su mayor concentración en el sector turístico y en la construcción.
Desde una perspectiva de género, la temporalidad es más elevada entre las mujeres que entre los hombres, al igual que también incide mucho más sobre la población juvenil, los trabajadores poco cualificados y los inmigrantes.
El estudio destaca el cambio de tendencia sufrido a partir de 2002, cuando comenzó la escalada, sostenida y continuada, del nivel de precariedad en el empleo. La explicación a estos incrementos parece encontrarse en una peculiar distribución de los incrementos de la población ocupada, que se concentra en sectores como la construcción, el comercio, la hostelería y el resto de servicios. Todos ellos caracterizados por ser intensivos en empleo, escasos en ganancias de productividad y, por ello, un buen caldo de cultivo para la temporalidad. Este cúmulo de casualidades hizo que en junio de 2006 dicha tasa se situase en el 34,4% -un 32,2% para hombres y un 37,3% para mujeres-.
Desde el punto de vista territorial, la distribución de la temporalidad en España resulta bastante heterogénea. Por un lado están regiones como Andalucía, Murcia, Extremadura, Canarias y Comunidad Valenciana, con un nivel de precariedad muy superior a la media nacional y, por otro, regiones de Cataluña, País Vasco, Aragón y Castilla y León, con tasas de temporalidad inferiores a la media.
La explicación más plausible a la temporalidad andaluza, extremeña, levantina y canaria se encuentra en la histórica vinculación de estas regiones con la agricultura de temporada, los servicios y el boom inmobiliario. Adicionalmente, en estas regiones se constata que casi el 70% del empleo temporal se concentra en el sector servicios, con el alto grado de estacionalidad que tiene ese tipo de actividades cuando se trata de hostelería, por ejemplo.
Sólo hay que tener presente que, por ejemplo, Andalucía representa casi el 16% de la contratación total y más del 21% de los empleos temporales. Esta elevada concentración de contratos temporales en Andalucía podría ser aprovechada para llevar a cabo actuaciones específicas y acordes con la estructura productiva de la región, con la finalidad de disminuir su tasa de temporalidad. De hecho, si fuese posible reducir la precariedad andaluza hasta rozar la media nacional -el 34,4% para junio de 2006- desde el 46,1% en el que se encuentra, el resultado global sería que la media nacional habría disminuido 2,5 puntos porcentuales, es decir, si situaría en niveles de 2002.
Asimismo, se detectan grandes diferencias regionales si se tiene en cuenta la temporalidad en función del género. En concreto, el Principado de Asturias, La Rioja y Extremadura presentan las mayores diferencias entre el empleo temporal masculino y femenino -en algunos casos, superando los 10 puntos porcentuales-. En cambio, en Navarra y en Murcia se presenta una elevada paridad en el nivel de temporalidad de hombre y mujeres.