La relación entre la ética y la gestión del talento radica en los procesos de identificación de potencial y gestión del talento estén alineados a los valores éticos de la compañía.
Entendemos el talento como el conjunto de capacidades y actitudes que una persona tiene y puede desarrollar así como el nivel de compromiso y acción que posee.
En relación a la ética, la gestión del talento debe incorporar la integridad y el compromiso ético de los trabajadores.
Desde esta perspectiva, la ética y la responsabilidad social corporativa son los instrumentos centrales de la gestión integral (captación, desarrollo y retención) del talento en las empresas.
Una buena reputación de empresa atrae a las personas con talento y que comparten los valores corporativos y la cultura de la empresa. Una vez captado, el talento debe ser desarrollado. La empresa que gestiona bien el talento es la que pone las condiciones adecuadas para el pleno desarrollo de sus empleados, para que lleguen a ser lo que quieren ser, como reza la máxima ética de Aristóteles. Por tanto, el talento atrae al talento, se rodea de él y lo desarrolla completamente. La meritocracia es la base de la gestión del talento con compromiso corporativo. Si esto se practica, si la empresa no defrauda las expectativas de los empleados y cumple sus compromisos, se convertirá en la “primera opción” para trabajar, eliminará la rotación no deseada y se asegurará la retención de los mejores trabajadores.
Este modelo de gestión del talento, une la ética y la empresa, lo económico y lo social, ofrece una oportunidad vital a las empresas y elimina riesgos reputacionales como los que sabiamente confiesa Michael Blumental, ex presidente de Unisys: “cometí mis mayores errores cuando puse la inteligencia y la energía por delante de la moralidad”.
Ética y Gestión del Talento
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