El desafío de crear contextos de aprendizaje

Nos hemos acostumbrado a crear “status quo” y cobijarnos en estas creaciones. A partir de allí nos mantenemos, sin darnos cuenta de ello, bajo el control del piloto automático y nos perdemos, por ignorancia, expandir nuestra conciencia. Si nunca probamos el dulce de leche y nos negamos a hacerlo aduciendo que es muy dulce, seguiremos ignorando su sabor. Sería bueno, entonces, expresar: “elijo desconocer el sabor del dulce de leche”.
En un taller, una mujer comentaba que desde que había enviudado no había vuelto a formar pareja. Explicaba con lujos de detalles que no había hombres comprometidos. Le sugerí que lo contara desde su propia elección. Al comienzo no lo aceptaba. El grupo la estimuló y al final logró expresar, con tristeza y esfuerzo, que “elegía estar sola, sin pareja”. Esto abre un camino diferente al mostrado en el inicio de la reunión. Veremos que elige en el futuro.
El aprender (abrirnos a lo nuevo) suele causarnos temor. Para aprender, es indefectible, que primero, nos declaremos ignorantes y luego aprendices.
Los otros días una persona del área de capacitación de una importante organización me decía: “Oscar, acá no se puede hacer mucho. A la gente no le interesa nada. Le damos lo básico y con eso tenemos que llamarnos conformes”.
En ese momento pensaba que con ese comentario había material para una capacitación de años. Aparece la comodidad del no cambio, la resignación y el conformismo, el juzgamiento al otro y a uno mismo, los prejuicios, etc. Aparece, con todo su esplendor, el SER humano. Partamos desde el ser humano y descubramos a dónde llegamos. Todo es cuestión de iniciar el camino desde nosotros mismos… Hacerlo desde los alumnos, deja a esta persona alejada de sus posibilidades, aunque le alivia, aparentemente, su tarea. ¿Qué podemos hacer que no estamos haciendo? ¿Qué podemos proponer a nuestros directivos para implementar este año y mejorar los resultados de la capacitación? podrían ser un par de preguntas para formular en una reunión de área. Esto podría, también, abrir nuevos horizontes, nuevas acciones, nuevos desafíos para todos los miembros del sector, incluida esta persona que aportó, generosamente, su mirada desalentada.
Más allá de aquellos aspectos técnicos que requieren un temario ajustado a las necesidades operativas para mejorar la eficacia y la eficiencia de las organizaciones, hay gran cantidad de temas que sirven como disparadores para que la gente DESCUBRA que el aprendizaje es un proceso continuo (las 24 horas de los 365 días del año) que se vive adentro y afuera de las empresas. Para esto, hay que crear espacios de confianza en los que cada uno pueda expresar lo que siente, lo que piensa y lo que cree, sin temor a ser juzgado por los demás. Los aportes de todos irán dándole forma a una percepción colectiva y cada uno podrá evaluar luego, en soledad, lo que ha sumado a su idea o creencia original. Sin esto último, el integrante queda estancado, sin apertura hacia el aprendizaje. Es muy posible que muchos prefieran quedarse en donde están y continuar escondiéndose en las excusas que el afuera, generosamente, nos brinda.
Llega un momento en el que superamos el temor al juzgamiento y necesitamos escuchar al otro para conocer lo que siente con nuestra idea, pensamiento o comentario. En ese momento, aprendemos a sentir que estamos enraizados, aprendemos que somos cuando existe el otro. Aprendemos a aceptar las diferencias, aprendemos que es un privilegio poder contar con otros que nos acompañan en el proceso de crecer.
Ninguno de nosotros, mucho menos sin entrenamiento, acepta alegremente el desconocimiento de algo. Solemos jugar el rol de saber todo sobre todo. Nos creemos el rol, nos acomodamos el disfraz y le damos para adelante… Acá es donde los resultados nos sirven de referencia para evaluar cómo anda nuestro aprendizaje individual, nuestra evolución como seres humanos únicos e irrepetibles.
El futuro de las organizaciones dependerá de cómo logren, sus directivos, construir contextos en los que sus miembros APRENDAN todos los días de los hechos cotidianos. Éstas serán las organizaciones que estarán atentas, mientras que otras seguirán adormecidas. Esto marcará una enorme diferencia a la hora de competir. Esto no es otra cosa que la creación de organizaciones inteligentes, esas capaces de discernir, de elegir.
Es necesario asumir que somos los hechos, las circunstancias y nuestro accionar en respuesta de las circunstancias. ¡Claro que somos eso! pensarán algunos de los lectores. El tema es cómo lograr que esto nos resulte tan habitual como el caminar, el preparar café o comentar los resultados de los partidos del fin de semana. Venimos arrastrando años de buscar excusas que justifican nuestra posición de que no podemos…
“Batallamos constantemente sobre el liderazgo”, me decía un instructor de otra empresa. “Todos los años repetimos el seminario que tenemos preparado. Pretendemos que cada uno se haga cargo de sí mismo”.
Cuando creemos que repitiendo frases vamos a lograr que los demás cambien nos transformamos en ilusos desconocedores del proceso de cambio. Nadie cambia porque uno se lo pida. El cambio de uno es el que termina provocando el cambio en los otros. Aprovechemos las lecciones de líderes como Gandhi que sostenía “conviértete en el cambio que deseas para el mundo”. Protagonismo puro, responsable, comprometido y exitoso en su causa. Gandhi hablaba con su ejemplo.
Es necesario crear equipos de facilitadores grupales que guíen a sus compañeros en este proceso vital de adaptación al cambio desde su propia experiencia de cambio personal. Luego, en cascada, se van alcanzando todos los sectores de la organización. Muchas veces algunas sugerencias vertidas en los programas de capacitación llegan con total vacío de autoridad, como un mandato más, como una receta más. Las recetas cansan, ofenden al recetado y además frustran a quien receta.
Cuando recetamos lo que le convendría al otro, no sólo no estamos apostando a su potencia, sino que nos disfrazamos de Quijote y nos exponemos a las reacciones defensivas de la persona a la cual nosotros, vaya paradoja, estamos pretendiendo ayudar. Una apuesta a la pérdida, si las hay.
Las palabras no sustentadas con la acción, terminan siendo más palabras confinadas en nuestras estrechas celdas mentales. Sólo eso. Hay que abrir las celdas, airearlas.
Liberemos a las palabras, cargándolas de sentido en el accionar de todos los días.

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