En enero de ese año estaban empadronados en la ciudad 303 extranjeros y actualmente hay 1.577 La comunidad mayoritaria en la ciudad era entonces la colombiana; la ha sustituido la marroquí Conviven 84 nacionalidades.
Un mero paseo por las calles de Mérida lleva a comprobar los cambios demográficos y sociales que se están produciendo en la ciudad.
Mientras que hace años era difícil cruzarse con una persona de otra nacionalidad, hoy es habitual compartir espacio con personas procedentes de otros países, que traen a la ciudad otras costumbres y culturas.
Un vistazo al padrón emeritense confirma las primeras impresiones. La cifra de inmigrantes registrados se ha multiplicado por cinco en los últimos seis años.
Mientras que en enero del año 2000 figuraban 303 extranjeros en el censo municipal, en la actualidad el número se eleva a 1.577. Esto supone que este colectivo ha pasado de representar el 0,6% de la población total a casi un 3%.
Mestizaje de culturas
El mestizaje cultural resulta evidente. En la actualidad la capital regional acoge a ciudadanos originarios de 84 países distintos (incluyendo España). En este sentido existe una diferencia muy significativa con el año 2000, cuando la cifra se ‘reducía’ a 40.
También han existido variaciones en lo que respecta a las comunidades con mayor representación en Mérida. Mientras que en el primer año del siglo destacaba la presencia de los ciudadanos oriundos de Colombia (con 59 inmigrantes), China (39), Portugal (34), Marruecos (31) y Brasil (18), en la actualidad ha cobrado un especial protagonismo la comunidad marroquí (con 206 personas), seguida de la colombiana (176), rumana (139), portuguesa (94) y china (92).
Estos cambios pueden tener su origen en la dificultad que ahora encuentran los colombianos para conseguir un visado que les dé la posibilidad de residir en España, explica Manuel García Ruiz, coordinador territorial del Centro de Ayuda al Refugiado (Cear).
«Hemos denunciado esa situación asiduamente, ya que en Colombia se producen 30.000 asesinatos cada año, existe una guerra soterrada y una vulneración de los derechos humanos», apostilla, confirmando que también han bajado considerablemente las solicitudes de asilo de este colectivo.
Por otra parte, la cercanía de la Península Ibérica a Marruecos ha facilitado la llegada de numerosos ciudadanos de este país africano, cuya comunidad es también la más numerosa en la región.
«Mérida es una ciudad de muy buena acogida. No se han creado guetos, puesto que la población extranjera está muy diseminada», afirma, calculando que la organización ha animado a empadronarse a unos 500 ciudadanos desde el año 1999.
«Lo primero que se hace es empadronarles, para que tengan derecho, por ejemplo, a la asistencia sanitaria». Esto lleva a pensar que el número de inmigrantes que residen en la ciudad es muy similar al que indica el padrón, puesto que para inscribirse no es necesario estar en situación regular. De hecho, uno de los documentos que se solicitaba en el último proceso de regularización de extranjeros para acreditar la residencia en el país era una copia del registro en el censo.
«Esto es favorable para el inmigrante, es una forma de existir; si no, se producen vías de marginación importantes, se crean ‘personas invisibles’» apunta García.
Oficina de Atención
El importante incremento de población extranjera en la ciudad, así como en toda la región, ha llevado al sindicato UGT a poner en marcha la Oficina de Atención a Personas Inmigrantes.
Desde el pasado mes de noviembre atiende a personas de nacionalidad no española con el objeto de facilitar su inclusión en la sociedad y en el mercado laboral, así como con el de combatir el racismo y la xenofobia.
Hasta el momento, ha dado servicio a 116 inmigrantes de la comarca emeritense. Principalmente, se trata de mujeres latinoamericanas que desean encontrar un empleo. «Presentan un interés enorme por mejorar, por formarse, pero existe mucho desconocimiento en cuanto al ámbito laboral», reseña la coordinadora de la oficina, Esmeralda Rubio.
El mejor medio de difusión ha sido el ‘boca a boca’, apunta. Por ello, el perfil de beneficiario es algo homogéneo. «Entre ellos hacen grupos, por lo que hasta el momento nos parece que sólo han tenido conocimiento de la oficina las personas procedentes de Ecuador, Bolivia y Colombia». Sin embargo, esperan que la comunidad marroquí acuda a ellos en cuanto tenga conocimiento de este nuevo servicio.
Gracias a la ayuda del personal del centro, varias personas han encontrado un empleo en el servicio doméstico, restaurantes y gasolineras. Incluso varios inmigrantes han trabajado para Confederación Hidrográfica del Guadiana en la retirada del camalote. «A corto plazo, tenemos buenas perspectivas», apuntilla Rubio.
Para continuar en esta línea, se ha creado una bolsa de empleo y el personal de la oficina ha mantenido contactos con diferentes empresas. «Nos encontramos de todo. Hay gente que los acepta muy bien, pero otra tiene muchos reparos para contratar a un inmigrante», lamenta.
En principio, este centro está orientado a las personas en situación regular. Sin embargo, también se atiende a quienes no cuentan con ‘papeles’, que son derivados a la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura (Adhex) o a los Servicios Sociales de Base.
Se intenta cubrir así ciertas lagunas en cuanto a la asistencia de inmigrantes. No obstante, Rubio reconoce que se está avanzando, especialmente a nivel institucional. «Se está tomando conciencia de la situación y haciendo bastante».
Un caso concreto
Silvia Fernández es mediadora de la Oficina de Atención al Inmigrante de UGT. Conoce perfectamente la situación en la que se encuentran los inmigrantes que acuden a la ciudad, puesto que ella nació en Argentina. Se trasladó a la Península Ibérica hace diez años. Tras vivir durante siete en Portugal, llegó a Mérida hace tres.
«En primer lugar, tienes una gran sensación de desarraigo, pero lo más importante es saber que tienes que empezar desde el principio, en todo: cultura, documentación, comida…», explica.
A su juicio, la sociedad española acoge muy bien a los foráneos y en muy poco tiempo. «Son muy directos; preguntan para qué venimos, qué queremos y cuáles son nuestros objetivos, mientras que en Portugal se toman más tiempo para estudiar a la persona».