El desarrollo de una actividad laboral cualquiera provoca modificaciones en el ambiente de trabajo que originan estímulos agresivos para la salud de las personas implicadas. Dichos estímulos, que reciben el nombre de contaminantes, pueden presentarse como porciones de materia (inerte o viva), así como manifestaciones energéticas de naturaleza diversa y su presencia en el entorno laboral da lugar a lo que se conoce como riesgo higiénico.
Este concepto puede definirse como la probabilidad de sufrir alteraciones en la salud por la acción de los contaminantes, también llamados factores de riesgos, durante la realización de un trabajo.
Clasificación de los contaminantes
Bajo el nombre de contaminante englobamos tres categorías fundamentales de agentes potencialmente dañinos: los químicos, los físicos y los biológicos.
Los contaminantes químicos son los constituidos por materia inerte y pueden presentarse en el aire en forma de moléculas individuales (gases, vapores) o de grupos de moléculas (aerosoles). La diferencia entre ambas radica en el tamaño de partículas y en su comportamiento al ser inhalados.
Los contaminantes físicos son distintas formas de energía que, generadas por fuentes concretas, pueden afectar a los que están sometidos a ellas. Estas energías pueden ser mecánicas, térmicas o electromagnéticas y debido a sus esenciales diferencias dan lugar a efectos muy distintos entre si. Por ello a diferencia de los contaminantes químicos, que son susceptibles de un estudio conjunto, cada uno de los contaminantes físicos requerirá una aproximación especial y específica.
Denominamos contaminantes biológicos a los seres vivos microscópicos (microbios, virus, hongos, etc.) que pueden estar presentes en el ambiente de trabajo y que son capaces de producir una enfermedad característica. Entre ellas se encuentran enfermedades comunes que revisten carácter profesional para ciertos colectivos de trabajadores, como es el caso de la hepatitis para los trabajadores sanitarios.
Análisis y evaluación del contaminante
Con el fin de prevenir los efectos sobre la salud, causados por la exposición a un contaminante, se definen un esquema metodológico de actuación con unos criterios de valoración ambientales y unos criterios de valoración biológicos. El objetivo es realizar la identificación, la medición, una valoración frente a unos patrones de referencia y por último las medidas a adoptar para la minimización. a) Identificación (¿De que sustancia o energía se trata?)
El reconocimiento o identificación de los factores ambientales que influyen sobre la salud y las condiciones en que se desarrolla la actividad laboral, requiere una familiarización con las operaciones y procesos de trabajo, con la naturaleza físico o química de las materias primas utilizadas, de los materiales, de los productos intermedio y finales fabricados, de los parámetros del proceso como presión, temperatura, humedad, etc.
b) Medición (¿Cuánto hay?)
Una vez sabemos cuál es el contaminante es preciso averiguar la cantidad, puesto que su mera presencia no es peligrosa en sí misma; de hecho en la vida diaria (fuera del trabajo) estamos expuestos a la acción de contaminantes, a veces los mismos que en el trabajo, que se encuentran natural o artificialmente en el ambiente. Este es el caso de la radioactividad natural, los humos de combustión de automóviles, los disolventes utilizados en pintura y bricolaje, etc.
Para realizar la medición es necesario decidir si se realizará por lectura directa (procedimiento rápido con fines semicuantitativo) o por toma de muestra (recogida del contaminante para su posterior análisis).
c) Valoración
Los criterios de valoración ambientales son los que establecen la dosis máxima de un contaminante que puede estar presente, de forma continuada, en el medio ambiente laboral sin que tenga efectos adversos sobre la salud de los trabajadores expuestos. Existen diversas fuentes de información para hallar el criterio de valoración ambiental de un contaminante o de un grupo de ellos. A nivel internacional, existen los TLV`s (Valores Límites Umbrales) establecidos en Estados Unidos o los MAC establecidos en Alemania. En España, en la actualidad, existen unos VLA (Valores Límites Ambientales) de referencia.
d) Actuación
Tras la valoración puede llegarse, esquemáticamente, a dos posibles decisiones: la situación es segura o es peligrosa.
Cuando la situación es peligrosa, hay que adoptar medidas que hagan posible una reducción en la magnitud de la agresión, que la limite hasta valores seguros; en otras palabras, hay que efectuar una corrección ambiental bien sea mediante procedimientos de protección colectiva (ventilación, modificaciones de máquinas o procesos, sustitución de unas sustancias por otras menos peligrosas, etc.) o, si no hay alternativa factible, mediante protección individual.
Cuando la valoración nos indica que la situación es relativamente segura, no es correcto, en la mayoría de los casos, considerar que ello seguirá siendo así indefinidamente. Las empresas son entes esencialmente dinámicos que cambian constantemente y en ese cambio se incluye también el medio ambiente de trabajo y sus condiciones; por ello es aconsejable, y en muchos casos necesario, proceder a la realización de un control periódico que permita verificar si las condiciones siguen siendo “seguras”, o si por el contrario, han evolucionado haciendo necesaria la realización de acciones correctoras.