Cuando era pequeño, en la televisión se exhibía la serie “Kung Fu”, donde el actor David Carradine interpretaba a “Kwai Chang Caine”; pero nosotros conocíamos al personaje como “Kung Fu”.
En esas pizcas de humor de niños, uno de los amiguitos del barrio donde vivía preguntó:
– ¿Por qué “Kung Fu” en vez de irse al Norte se fue al Sur?
Ninguno de los que estábamos allí reunidos – pelota de cuero en mano y llenos de barro – pudo contestar la pregunta.
El niño comenzó a reírse y todos intrigados pedíamos que nos contestara. Tomó un poco de aire y lanzó la respuesta con una carcajada. Dijo:
– Porque “Kung Fu” estaba “Kungfundido”.
Todos explotamos a carcajadas.
Hoy, a más de 35 años de esa serie televisiva de los `70, podría reemplazar el personaje de “Kung Fu” por cada uno de nosotros. Preguntaría: ¿Por qué en vez de irnos al “norte de nuestras vidas”, transitamos su punto cardinal opuesto?. La respuesta es: porque “estamos confundidos”.
En este tiempo en que vivimos, nos han inculcado dirigirnos más al “parecer” que al “Ser”. Siento que esto nos ha llevado a alejarnos del camino correcto.
Una de las cuestiones es no contar con la capacidad de ser más precisos con el “lenguaje”. Cuando deseamos recorrer el camino espiritual nos proponemos “ir a la búsqueda”, sin embargo, buscamos y buscamos “incansablemente” hasta que nos cansamos de buscar. Creo que esto sucede porque ponemos atención a la “búsqueda” más que al “encuentro”.
Para mí, hay una gran diferencia entre “estar en la búsqueda” e “ir al encuentro”.
Nos han dicho también que “Dios esta en el cielo” y no se nos ocurre mirar el “firmamento interior” y encontrarlo dentro nuestro.
Cuando hablo de que, en general, no “somos precisos con el lenguaje que usamos”, estoy diciendo también que muchas palabras han perdido sus significados reales o que ya no se conocen sus significados.
Una de esas palabras es: “AMOR”. Cuando pregunto “¿Qué significa AMOR?”, sucede que todas las personas se convierten en “poetas”; comienzan a dar muy bellas definiciones . En realidad, la etimología de “AMOR” viene del latín “A” que significa “sin” y “MOR”, que viene de “mortem”, “muerte”. Es decir, “AMOR” es “VIDA”.
Continuamente nos preguntamos por qué nuestra vida se cae a pedazos; por qué nuestra vida está detenida y la respuesta es: por no entregar “AMOR” en todo lo que hacemos día a día, a cada instante.
Cuando la energía del AMOR es el cimiento de todo cuanto hacemos, sea lo que sea, seguramente será duradero. Lo que hacemos sin ganas y sin amor, no tiene jamás proyección alguna.
Soy un convencido de que el planeta tierra es una gran “aula” por la cual todos los hombres pasamos para aprender a reconocer la magnitud del amor, como una fuente inagotable de energía universal.
Aceptar que somos energía de amor nos lleva hacia el “norte de nuestras vidas” y nos aleja de la confusión.
A medida que el amor sea la “elección tomada”, menos serán los interrogantes que nos plantearemos. De entre tantas y tantas preguntas existenciales que nos formulamos, una es “¿por qué estamos aquí caminando en esta vida?”. Siento profundamente que la respuesta es: “para entregar amor en potencia a la humanidad por medio del servicio”; así sea contribuyendo con nuestro entorno, con los amigos, las personas con las que nos relacionamos, con la sociedad o, en una escala mayor, con el mundo.
Disponernos a la entrega requiere de aceptar que cada ser humano tiene una misión única e irrepetible, como su propia esencia. Esta misión es el verdadero propósito de nuestras vidas y nos permite alcanzar la plenitud.
Estamos pisando esta tierra para cumplir un propósito. Los latinos decimos que, “cuando un niño nace, un pan bajo el brazo trae”. Esto hace referencia a que cada individuo tiene sus talentos especiales, que lo hacen único. En el desarrollo de los talentos de cada individuo se encuentra la puerta hacia el propósito más elevado que venimos a cumplir.
A través de nuestros talentos y su manera de manifestarlos, podremos dirigir nuestra energía hacia el encuentro de las mejores maneras para servir a la humanidad. Cuando decidimos hacerlo, el universo nos apoya en este propósito y nos concede todo cuanto necesitamos para tener una vida verdaderamente armoniosa, feliz y llena de plenitud.
Cuando cada uno de nosotros se compromete a estar en el propósito del “amor incondicional”, todo acontece con sincronía. Las cosas que deseamos y necesitamos vienen hacia nosotros con el menor esfuerzo, incluyendo la abundancia.
Quiero, como broche final a éste mi pensamiento personal, honrar a mi hermano latinoamericano Lic. Feliciano Laureano Ramos, profesor de
“Donde yo no soy útil, no debo ocupar un espacio”.