(Mendoza) Según cifras dadas a conocer a nivel provincial y nacional, en nuestro país hay superpoblación de profesionales médicos, abogados, psicólogos, contadores y administradores de empresas, entre otros. Sin embargo los especialistas aseguran que el mundo laboral de hoy y del futuro requiere personal técnico y es justamente este tipo conocimiento es el que escasea.
Una de las instituciones que intenta revertir esos indicadores en Mendoza es la Escuela “Centro de Capacitación Técnica”, que funciona en la Compañía de Arsenales, un predio militar ubicado frente a Vialidad Provincial. Allí, por una iniciativa del Ejército en conjunto con la DGE, en 1990 se creó una escuela que capacita jóvenes -y no tan jóvenes- en oficios como mecánica del automotor, carpintería, tornería y electricidad, entre otras labores.
La población que recurre a estos cursos, que duran de uno a tres años, viene de barrios conflictivos y trabaja muy responsablemente tanto en el estudio como en las prácticas diarias. Muchos coinciden que más allá de la escuela tradicional, este es uno de los pocos mecanismos que tiene la gente de bajos recursos para contar con herramientas que pueden utilizar en un futuro laboral inmediato.
Las jornadas de capacitación de cada día comienzan inexorablemente con una formación militar en la que los alumnos saludan a la bandera. Más tarde los chicos de los primeros años ocupan los bancos para recibir la teoría por parte de los docentes y los de segundo y tercero corren entusiasmados a los talleres donde aplican los conocimientos sobre elementos reales.
“Los chicos salen disciplinados, educados y listos para presentarse ante cualquier empresa con un currículum completo. Además contenemos a los alumnos en lo social y ponemos un especial énfasis en la convivencia, la responsabilidad, el respeto y la importancia de la patria y la familia”, aclaró el suboficial mayor retirado Oscar Aguirre, director coordinador de la escuela.
Inserción laboral
Muchos de los jóvenes que asisten a la institución encuentran en Aguirre una figura paterna, y no es para menos luego de escuchar al hombre cómo orgulloso comenta que muchos de los 900 chicos que pasaron por el establecimiento hoy tienen trabajos formales en grandes empresas de la provincia. “Muchos me llaman de Chile, Estados Unidos, Canadá y España y me dicen que están aplicando allá lo que aprendieron acá”, comenta el militar.
Mientras tanto, dentro de la escuela sólo se respira estudio y trabajo. En uno de los talleres Rodrigo Ortiz y Joel Godoy ajustan el motor de un Chevrolet 250; muy cerca de allí, Gabriela Acuña, es la única mujer que se animó a tomar el curso de mecánica del automotor: “Me encantan los fierros, esto es un desafío para mí. Por suerte los chicos me respetan y hasta nos hemos hecho amigos”, afirma y luego se lanza a soñar: “El día de mañana me gustaría preparar mi propio auto para correr en el TC 2000”.
Además del cumplimiento de horarios de estudio y tareas que hacen al aprendizaje, los jóvenes han logrado vincularse entre ellos y ya son tradicionales los asados que preparan alumnos, docentes e instructores en la misma escuela.
“Además de brindarles nuestro conocimiento intentamos contenerlos y aconsejarlos, a veces nos cuentan a nosotros problemas que surgen en sus vidas que ni siquiera lo hablan con sus padres o hermanos; como dice Aguirre, somos como sus padres dentro de la escuela”, comenta Néstor Cortinez, profesor de Electricidad Industrial.
Paulo Robles repitió de año en la escuela tradicional y su madre lo inscribió en la del Ejército para que aprendiera un oficio. “Me gustó y me quedé, hice amigos y aprendí mucho de electricidad”, afirmó.
El convenio de pasantías que la institución tiene con diferentes empresas hace que muchos de los estudiantes apliquen sus conocimientos apenas egresan, otros en cambio optan por seguir la carrera militar y ser personal de cuadros de suboficiales del país.