Son muchos los obstáculos que deben superarse antes de construir una cultura de alto rendimiento en los equipos de trabajo.
Quienes comienzan a participar de un equipo de trabajo traen estilos propios de gestión que en ocasiones difieren de los esperados por la organización, lo cual hace que los líderes asignados o reconocidos por los equipos deban desarrollar un modelo de trabajo que permita acompañar en este proceso a los integrantes del equipo.
Los líderes se convierten, en las primeras fases de la consolidación del equipo, en punto de referencia para los integrantes, son el modelo a seguir y esperan que sean ellos quienes organicen, dirijan y acompañen cada una de las actividades que se realizan.
De esta manera, el líder asume la responsabilidad de cómo fortalecer el desempeño de las personas, sea a través de acciones de capacitación o bien con procesos de coaching y acompañamiento que permitan identificar las competencias de cada uno de los integrantes y potenciarlas de acuerdo a las expectativas de la organización.
En organizaciones que están comenzando a fortalecer los equipos directivos se requiere que la alta dirección establezca el compromiso de asistir y apoyar las actividades que realiza el equipo como por ejemplo:
• Acompañar los procesos de planeación de actividades y de objetivos.
• Reunirse con el grupo para hacer seguimiento de la tareas
• Evaluar los resultados obtenidos
• Desarrollar planes de mejoramiento con el equipo y las personas.
• Escuchar cada una de las inquietudes del equipo.
• Motivar y animar a los miembros del equipo.
• Felicitar por el trabajo bien hecho
• Ofrecer soluciones a las dificultades
Cuando los equipos están en sus primeras fases son como un niño que está aprendiendo a caminar, es preciso guiarlo, orientarlo, corregirlo, animarlo y acompañarlo.
Si los grupos quedan a la deriva difícilmente entregarán los resultados esperados aunque tengan a la mano todos los recursos necesarios para hacer la tarea.
El líder es un punto de referencia obligado para el equipo y por tanto si queremos que algún día caminen solos, tomen decisiones acertadas, sean buenos negociadores, actúen asertivamente, lideren proyectos y se conviertan en ejecutivos adultos dentro de la organización.
Es preciso que el líder esté presentes en los momentos en que lo requieran y ofrezca espacios para crecer como personas y como equipo.
Invito a los que tengan personas a cargo para que sean maestros, y en ese sentido no sólo enseñen a los demás lo que saben, sino que también aprendan a:
• Comprender lo que sucede con el equipo cuando no funciona.
• Reconocer los factores que obstaculizan su crecimiento.
• Identificar las personas que pueden favorecer los procesos de cambio.
• Apoyar a las personas y el equipo en su esfuerzo por hacer las cosas mejor.
• Acompañar los procesos que se viven en los equipos.
Porque cada uno de estos verbos son una invitación a dejar de lado la soberbia que, ocasionalmente acompaña a jefes y líderes, y les impide ser efectivos en sus labores.