Betty Dukes y Christine Kwapnoski iniciaron hace diez años una demanda contra la poderosa cadena de supermercados Wal-Mart, en Estados Unidos. Se sentían discriminadas en la empresa por razones de género. A su iniciativa se sumaron progresivamente otras mujeres hasta un millón y medio de empleadas o ex empleadas.
El Tribunal Supremo de Estados Unidos apoyó a la empresa Wal-Mart, que ha recibido el apoyo de otras gigantescas compañías del país, y denegó la posibilidad de que todas esas mujeres se agrupen en un pleito colectivo. Para los magistrados, a pesar de que todas ellas trabajan bajo un mismo nombre, no existen los trazos que permitan cimentar una demanda común. En cada tienda hay un jefe y una diferente sensibilidad y organización, argumentó la mayoría de la sala. De esta manera revocan la decisión de un juez de San Francisco, que dio validez a la idea contraria.
El alto órgano judicial, con sede en Washington, no entra en la materia del asunto, la denuncia de que ellas cobran menos y tienes menos posibilidades de ascenso que ellos, aunque hagan la misma tarea e incluso que los compañeros masculinos tengan menos experiencia. Si hubiese prosperado esta iniciativa Wal-Mart –en una amenaza que planeaba sobre numerosas sociedades- podía verse en el apuro de tener que pagar cantidades multimillonarias en indemnizaciones.
Los magistrados señalan que, en todo caso, cada una de las trabajadoras puede acudir a la justicia a título individual. Puede parecer lo mismo, pero es un muy diferente. Evidentemente, el poder de cada una resulta muy mermado, la presión sobre el demandado cae de forma vertiginosa y la posibilidad de conseguir una buena indemnización decrece. Wal-Mart emitió un comunicado en que se felicitaba por la resolución. Christine Kwapnoski replicó que, "cuando mañana vuelva al trabajo les haré saber que sigo en la lucha".
Todo empezó cuando Betty Dukes, una secretaria afroamericana de una tienda de la cadena en Pittsburg (la de California), consideró que la política laboral le había perjudicado por ser mujer y negra. A los pocos días se sumaron otras cinco, encabezadas por Kwapnosk. Su iniciativa se extendió como la pólvora por la empresa, de costa a costa.de empleados.