El Ministro de Trabajo alemán Franz Josef Jung, dimitió ayer por su responsabilidad en la masacre de Kunduz, en Afganistán del pasado Septiembre, cuando era ministro de defensa. Alemania había desayunado entre editoriales de prensa que pedían la cabeza de Jung y una declaración de la Canciller Angela Merkel, expresando su "confianza" en él. La víspera, el burdo ocultamiento de víctimas civiles en el bombardeo de dos camiones cisterna en el norte de Afganistán, ya le había costado el puesto al jefe del Estado Mayor del Ejército y al viceministro de defensa.
El Ministro de Trabajo no admitió haber ignorado y ocultado los informes sobre víctimas civiles en aquel ataque, que produjo más de cien muertos. Su actitud entonces fue "correcta" dijo porque desconocía aquellos informes. Con su dimisión solo quería, "obviar perjuicios al ejército", añadió. La Canciller aceptó la dimisión y puso a Ursula von der Leyen, hasta ahora ministra para la familia, al frente de la cartera de Jung. La diputada Kristina Köhler asume la vacante de von der Leyen.
Pocas horas después del desgraciado bombardeo del 4 de septiembre en Kunduz, el ejército alemán ya disponía de informes sobre víctimas civiles, pero Jung dijo el día 5 que, "según todas las informaciones que dispongo en este momento, todos los muertos son terroristas talibán". El mismo día el comandante de las fuerzas americanas hablaba de víctimas civiles, pero el día 6 el portavoz de Jung continuaba insistiendo en que, "seguimos sin información sobre muertes civiles". El 7 de septiembre, Jung dijo que "está claro que el grueso de las víctimas son taliban", pero, por primera vez admitió, "no se puede descartar que también haya civiles". El 10 de septiembre, seis días después, aun insistía en que había que "esperar los resultados de la investigación" para saberlo. La realidad era que los documentos del ministerio y un vídeo militar, conocían la existencia de víctimas civiles desde el 4 de septiembre.
"No es creíble que el Ministerio de Defensa sea una especie de casa de locos en la que la gente de más arriba desconocía los informes que llegaban desde Afganistán", dice el diputado Hans-Christian Ströbele.
En cualquier caso, la lógica del caso deja claro que, a efecto de dimisiones y consecuencias para los políticos alemanes, matar afganos es menos grave que mentir a los alemanes. La prensa define la situación como "desastre de comunicación" y "chapuza informativa", sugiriendo que el delito no fue tanto la masacre como la mentira informativa sobre ella. Jung ha dimitido, dice, para, "asumir la responsabilidad por la política informativa". Sus explicaciones sobre la dimisión mencionan a los soldados, la ciudadanía y el parlamento alemán. El líder socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier ha denunciado que el derecho del Parlamento a la información fue "pisoteado", y que los ciudadanos alemanes tienen derecho a una investigación. No ha habido referencias ni contrición del gobierno, ni de sus críticos, sobre la matanza en sí, que carece de todo respaldo jurídico. Las indemnizaciones o disculpas a las víctimas, han quedado fuera de la discusión, pese a que en cualquier país europeo treinta o cuarenta víctimas civiles habrían sido motivo de duelo nacional. Sin embargo, hay un incipiente proceso judicial en marcha que la fiscalía de Dresde transfirió a principios de mes a la fiscalía general, contra el Coronel George Klein, el oficial que dio la fatal orden de bombardear unos camiones cisterna rodeados de civiles que extraían gasolina de ellos.