TOKIO. Kouichirou Fukudome, despedido recientemente de una planta de fabricación de motores, grita lemas junto con decenas de personas en las afueras de la sede central del productor de camiones Izuzu, exigiendo que les devuelvan sus empleos.
Desconocidas en Japón, esas protestas se están volviendo cada vez más comunes, a medida en que miles de trabajadores "temporales" _ que a menudo tenían empleos fijos durante años bajo diversos contratos son despedidos por grandes compañías, como Sony y Toyota, en momentos en que la crisis económica global hace improbable que puedan encontrar otro trabajo en el futuro cercano.
Los despidos masivos son un fenómeno nuevo en una nación conocida por su tácita garantía de empleos vitalicios y están creando problemas más amplios, como el desamparo, con una red inadecuada de seguridad social para ayudarles, pues los trabajadores temporales despedidos pueden ser expulsados de los dormitorios de las compañías.
Fukudome, de 47 años, trabajó durante siete años en Izuzu bajo contratos sucesivos a corto plazo. Está molesto porque los obreros de unidades que no son de producción lo remplazaron en la línea de ensamblaje, debido simplemente a que ellos son trabajadores permanentes que no pueden ser despedidos fácilmente.
"Hay muchos de ellos que no están haciendo nada", dijo. "Yo no compraría un Izuzu ahora. Están siendo producidos por personas que no son profesionales".
Su batalla se deriva de un cambio radical en las prácticas de empleo de la segunda mayor economía del mundo, que emergió en la década de 1980, pero solamente se extendió cuando el gobierno la legalizó para el sector manufacturero en 2004.
La competencia mundial llevó a Japón a crear esa nueva clase de trabajadores por contrato. Muchos de ellos trabajan a tiempo completo, pero reciben menor paga y menos beneficios, además de ser despreciados por los otros empleados.
A medida en que empeora la economía, están siendo despedidos. En meses recientes, Sony Corp. ha anunciado 8.000 despidos, Toyota Motor Corp. 3.000, Isuzu Motors Ltd. 1.400, Honda Motor Co. 3.100 _ todos de los llamados trabajadores temporales _ y el gobierno predice que unos 125.000 de esos trabajadores estarán desempleados para marzo.
En años recientes, el número de personas trabajando por contrato o a tiempo parcial, que incluye un grupo más amplio de trabajadores, ha crecido a 17,8 millones: aproximadamente una tercera parte de la fuerza laboral japonesa.
La disparidad en el tratamiento a los trabajadores por contrato y los empleados regulares amenaza con dividir a la sociedad japonesa, ampliando la brecha entre ricos y pobres en un país que desde la Segunda Guerra Mundial se ha enorgullecido de mostrarse como una tierra de igualdad.
En crisis previas, las compañías japonesas han enfrentado la situación suspendiendo el alza de salarios, congelando contrataciones y reduciendo costos, con muy pocos despidos.
El nuevo giro vendrá con la suerte de estos trabajadores temporales, conocidos en japonés como "haken" (referidos por una agencia) o "kikan-jugyouin" (trabajadores por contrato). A medida en que más son despedidos, es casi seguro que la baja tasa de desempleo de Japón, de 4,4%, subirá.
Kenichi Furuya, de 23 años y que desde hace cinco años ha pasado de un empleo a otro, incluyendo restaurantes, bienes raíces y tiendas de descuentos, piensa que los trabajadores por contrato son tratados injustamente.
"Es inconcebible que una nación tenga a todas estas personas que no pueden encontrar empleo", dice.
El creciente número de "haken" desempleados ha creado problemas como el desamparo, algo que los críticos señalan como algo que Japón no está preparado para enfrentar.
Quienes han sido expulsados de los dormitorios de las compañías han buscado albergue y comidas gratis en lugares que reparten alimento a los pobres. Otros pernoctan en cafés abiertos 24 horas al día.
Previamente este mes, se colocaron tiendas de campaña en un parque de Tokio llamado "Villa Haken", donde los desamparados recibieron arroz, consejos laborales y exámenes médicos, durante el período en que las oficinas gubernamentales estuvieron cerradas por los feriados de Año Nuevo. La "villa" fue trasladada durante unos días a un gimnasio gubernamental, pero fue cerrada cuando reabrieron las oficinas del gobierno el 5 de enero.
Durante años, los problemas de los trabajadores temporales no fue comprendido apropiadamente, porque ese estatus fue usado inicialmente por estudiantes y amas de casa, trabajando a tiempo parcial, dijo Shigeru Wakita, profesor de leyes en la Universidad Ryukoku, quien aconseja a desempleados.
"Ahora, la gente se da cuenta que sus condiciones de trabajo son un problema importante", dijo.
Además, los trabajadores temporales han creado una clase trabajadora más baja, que ha estratificado la sociedad japonesa y ampliado la brecha entre unos y otros.
El salario mensual de un trabajador regular promedia unos 350.000 yenes (3.900 dólares), 40% más que los trabajadores temporales, que promedian 210.000 yenes (2.300 dólares). Esa disparidad crece cuando se incluye en el análisis la falta de bonificaciones, pensiones y otros beneficios.
Muchos trabajadores temporales sufren además penurias emocionales, porque a menudo son tratados como inferiores, dice Ryoichi Miki, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de Metales y Equipo de Información.
"Lo peor es que son tratados como si fueran objetos, no como seres humanos", dice Miki.
Usualmente, los trabajadores por contrato quedan varados en su estatus bajo porque las compañías raramente les promueven a empleos regulares.
"Son objeto de discriminación en el lugar de trabajo", dice Takashi Araki, profesor de leyes en la Universidad de Tokio. "En Japón es muy difícil ser promovido a trabajador permanente".
Los ejecutivos empresariales japoneses defienden el uso de trabajadores temporales como forma efectiva de reducir costos. Sin ellos, dicen, Japón se arriesga aún más a perder empleos frente a China, India y otros países, que tienen costos de mano de obra mucho menores.
"En Japón no es una decisión fácil despedir a un empleado regular", dijo recientemente a reporteros el presidente de Honda, Takeo Fukui. "Pero proteger el empleo no es la única responsabilidad de una compañía. Tiene que mantener un negocio sólido".
Todo lo que desea Hajime Tozuka, de 43 años, es vivir con su esposa y dos hijos, que están en el norte de Japón mientras él trabaja en el área de Tokio. El último empleo que tuvo _ y perdió _ fue fabricando piezas de teléfonos celulares, uno de una decena de empleos temporales que ha tenido en los últimos años.
Recientemente, consiguió empleo a tiempo completo como taxista.
"Yo tengo que seguir trabajando, no importa el empleo que sea", dice. "Si uno no tiene empleo, no tiene vida".