DETROIT. Tras sufrir pérdidas por US$ 8.550 millones en 2005, General Motors eliminará planes de retiro con beneficios determinados. Gran parte de los 36.000 trabajadores irá al sistema condicionado a aportes, canal más barato para la empresa.
El cambio impuesto a la parte laboral le ahorrará a la segunda automotriz del mundo unos US$ 420 millones brutos en 2007. Un monto exiguo, comparado con el rojo atribuible al mal marketing y al empeño en fabricar utilitarios deportivos que la gente ya no compra.
Richard Wagoner, presidente ejecutivo de la compañía, ha prometido reducir a la mitad su propia remuneración, bonificaciones inclusive, y a 70% las de los otros tres ejecutivos superiores. Pero la empresa olvida que ya ha recortado mil millones anuales en atención médica, tras un pacto con sindicalistas extrañamente complacientes.
En cuanto a rebajar las retribuciones de la cúpula, es un “gesto” virtualmente impuesto por Kirk Kerkorian, el mayor accionista individual (9,9%) de GM. Semanas atrás, en medio de la crisis por el pésimo balance de 2005, el financista colocó un títere suyo en la junta directiva. Algunos analistas creen que la flexibilidad gremial con gastos médicos y jubilaciones tiene una contrapartida secreta: no cumplir totalmente con la meta de suprimir 30.000 empleos y cerrar nueve plantas en 2007/8.
Según el nuevo régimen, el personal tomado antes del 1 de enero de 2001 dejará de sumar beneficios y prestaciones –pero retendrá lo acumulado- desde el primer día de 2007. Los contratados después pasarán directamente al sistema conocido por 401(k) y el aporte de la empresa será sólo 4% del salario básicos anual.
En otras palabras, es una modificación unilateral en el contrato de trabajo. De ahí que United Auto Workers, el otrora poderoso sindicato de la industria, haya salido presuroso a aclarar que los cambios no afectan a los jubilados ni a los intereses del personal agremiado.