Hoy reina en la sociedad la aceptación de la cultura de considerar que todas las cosas son difíciles o imposibles, por lo tanto las personas terminan considerando que el problema no tiene que ver con ellos. De esta manera las personas solo reclaman, pero poco contribuyen, sobre todo cuando nos referimos a la gestión de recursos humanos y a la actitud de las empresas frente a la oferta de sus productos. Están institucionalizadas algunas respuestas clásicas para dar una disculpa y no hacer: “la gente ya intentó eso antes”; “nadie va a comprar eso”; “eso no se adapta a nuestra cultura”; “no va a gustar”; “no está dentro de nuestros patrones”; “no estamos preparados para eso”; “no se cambia en el equipo que está ganando”; “es demasiado simple”; “es demasiado complicado”; “la gente nunca hace nada igual”; “eso sólo va a acarrear problemas”; “va a desprestigiar nuestra imagen”; “no es factible”. Y con estas excusas las personas dejan de hacer lo que podría llevarse a cabo.
Considerando lo que Platón brillantemente definió, todas nuestras realizaciones deberían estar pautadas en cuatro principios: hacer primero lo que es bello, después lo que es verdadero, en la secuencia lo que es bueno y por último, solo por último, lo que es útil. En la realidad, nuestra sociedad está invirtiendo tal orden y reconceptualizando los elementos de manera muy complicada. Pues, muchos están haciendo primero lo que es útil para él, después lo que es verdadero para él, después…¿y después? Por lo tanto el desafío es inmenso.
Todo el problema es que no tenemos apoyo de nadie, pues las personas no tienen tiempo para parar y reflexionar, grandes ejemplos pueden estar constituidos en las propias familias y en las organizaciones. En las organizaciones, los gerentes no dedican tiempo para escuchar y conversar con sus empleados. Debido a estas situaciones las personas desisten muy fácilmente de sus verdaderos sueños, por falta del apoyo y de la validación de sus pares.
Imaginemos qué pasaría con una persona en nuestra sociedad que quebró en el comercio a los 31 años, perdió la elección para legislador a los 32, quebró nuevamente en el comercio a los 34, falleció su esposa a los 35, tuvo una depresión a los 36, perdió la elección para intendente a los 38, perdió nuevamente la elección para legislador a los 46, perdió la elección a diputado a los 48 y perdió la elección para senador a los 58 años, ¿necesitamos responder que sucedería con esta persona en nuestra sociedad?
Aun así esta persona a los 60 años fue electa presidente de EE. UU. Su nombre: Abraham Lincoln, gran estadista de su época que implementó transformaciones en la sociedad americana.
¿Cuál es el camino entonces? Creemos que la respuesta está en el proceso de validación de aquellos que tenemos al frente. ¿Qué significa esto? Brindar estímulos positivos y no sólo negativos. Lo que decimos a nuestros hijos o a nuestros empleados, y a todos los que nos acompañan en el proceso de la vida, debe ser: “optimo estás en el camino acertado” o “sigue adelante que lo vas a conseguir”. Es mejor equivocarse por hacer, que por no hacer nada.
La necesaria validación de las personas
Todos tenemos referencias de personas que resultaron ser...