La tasa de desempleo de un dígito permite plantearse una agenda más ambiciosa para el mercado laboral

Las cifras que el INDEC acaba de dar a conocer arrojan una tasa de desempleo del 8.7% para el último trimestre de 2006. La buena noticia es que se alcanza la tasa de un dígito por primera vez luego de 13 años de tasas de dos dígitos. Es cierto que este guarismo incluye una proporción de beneficiarios del Plan Jefes y Jefas de Hogar como empleados y que la tasa de desempleo sin contar a los beneficiarios es de 10.1%. Pero aún así, hay que subrayar que estos indicadores reflejan el dinamismo del mercado de trabajo en los últimos años, con
una sostenida creación de nuevos puestos de trabajo.
En términos de tasas de desempleo, el mercado pareciera converger a épocas de principios de los 90, caso de 1993. Sin embargo, la semejanza ocurre en la superficie, ya que detrás de las tasas agregadas hay elementos distintos. 2 ¿Cuál es la diferencia entre 2006 y 1993?
Pueden establecerse varias comparaciones, pero resulta interesante ver la “foto” en dos periodos: Octubre de 1993, por ser el último año con desempleo de un digito y el tercer trimestre de 2006, por ser el último en donde las bases de datos del INDEC están disponibles para ser procesadas (aunque el desempleo en ese momento era aun de dos dígitos).
Consideramos que la comparación es útil, porque de ella surgen una serie de puntos que pueden ayudar a conformar la agenda de políticas públicas orientadas a profundizar la tendencia descendente del desempleo, al mismo tiempo que se logran mejoras adicionales en la calidad de esos empleos.

La estructura de los ocupados presenta diferencias entre 1993 y 2006 en términos de formalidad laboral, poder adquisitivo de los ingresos laborales y el capital humano de los ocupados. Como se ha documentado en numerosas oportunidades en IERAL, hay un ciclo largo en el que la informalidad laboral ha dado un salto desde niveles cercanos al 30%, hasta cerca del 50% en 2004. En tiempos mas recientes se ha reducido, pero muy lentamente.
Cuando se analizan los ingresos, en valores de pesos de 2006 vemos que, en promedio, estos han perdido más de un 25% de poder adquisitivo, siendo la pérdida mayor en el caso de las mujeres que en los hombres. En cuanto al capital humano, se tiene que mientras que en 1993 del total de los ocupados solo un 22.9% tenía estudios superiores (incompletos o completos), esa proporción aumentó a 33.1 % en 2006.
En resumen, los ocupados tienen más capital humano, pero la informalidad laboral es más alta y los ingresos en pesos de 2006 son más bajos.
Cuando el análisis se realiza en los desocupados, los rasgos más salientes son: la desocupación perjudica más fuertemente a quienes exhiben menor capital humano en los dos períodos bajo análisis, pero en el presente afecta más a los individuos que están más educados. Por ejemplo, para individuos con un nivel de educación de secundaria completa, la participación salta de 14.9 a 23.7% en el total de desocupados. Cuando se observa el tiempo en que la persona se encuentra desocupada, aquí se encuentra el mayor de los cambios.
Mientras que en 1993 sólo el 4.4% estaba desempleado por un período mayor a un año, ese porcentaje trepa a 29.3% en 2006. En el otro extremo, mientras que en 1993 un 79.9% de los desocupados permanecía desocupado por un período inferior a 6 meses, esa proporción cae a 64.5% en 2006. Estos guarismos son aun peores para las mujeres. ¿Que significan estas cifras? Que cada vez más desempleados permanecen en este estado por mas tiempo, o lo que es lo mismo, el desempleo llamado “estructural” es cada vez más elevado. Esto es preocupante ya que, cuanto más tiempo los desempleados se encuentran fuera del mercado laboral, estas personas pierden habilidades, experiencias y cada vez son menos “empleables”, en un círculo vicioso que debe buscar romperse.
Todos estos datos del mercado laboral son relevantes por sus implicancias para el diseño de políticas públicas. Las políticas públicas relacionadas con el mercado laboral deben atacar distintos flancos: alta informalidad y bajos ingresos de una gran proporción de los empleados y larga duración del desempleo, con la pérdida de ingresos y empleabilidad futura asociada, especialmente para los de menor educación.
Las principales medidas paliativas de esta situación hasta ahora han sido: los aumentos salariales por decreto, aumentos del salario mínimo, la instauración de la doble indemnización despido y un mayor control por parte de inspectores del Ministerio de Trabajo para luchar
contra la informalidad laboral. Esto ha sido por el lado del empleo. Para mitigar el desempleo, la principal política desde 2002 ha sido el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados. Todas estas medidas han sido discutidas en diversas oportunidades, pero hoy se vuelve imprescindible revisarlas, ya que la franja actual de desocupados se constituye en un núcleo duro de difícil inserción.

En función de la revisión aludida, deberían tenerse en cuenta las siguientes consideraciones:

• Para los empleados:
•  Lucha contra la informalidad: esta debe ser entendida como un problema de evasión en general y deben alinearse los incentivos para que la formalización laboral vaya atada a la formalización de las actividades económicas en general.
Bajos ingresos: en tanto y en cuanto la productividad laboral sea baja, los ingresos también lo serán. Esto tiene que ver con políticas de incentivos a la inversión, lo que redundara en una mayor productividad del factor trabajo.
• Para los desempleados: el Plan Jefas y Jefes de Hogar (PJJ) ha sido un instrumento de emergencia, pero tiene incentivos contraproducentes: puede incentivar la informalidad, dado que los beneficios persisten si el empleo es informal, pero se acaban si el empleo no lo es. Incluso en algunas regiones más pobres, como el NEA, tiene el efecto de reducir la oferta laboral, ya que muchas personas prefieren cobrar el plan y permanecer inactivos. Por ultimo no tiene un componente claro de capacitación para la reinserción laboral. Si bien el Ministerio de Trabajo ha tratado de introducir el Seguro de Capacitación y Empleo para los beneficiarios del PJ, los traspasos aun han sido bajos.
La reconversión de los Planes Jefas y Jefes de Hogar y de la política social en general deberían tener prioridad en la agenda de nuestro país. En este sentido, algunas acciones se encuentran en marcha, pero probablemente con menor énfasis del necesario. Es cierto que está en marcha el Plan Familias para los beneficiarios del PJJ, pero este todavía no es universal, y muchas familias de
bajos ingresos quedan hoy excluidas. Este plan tiene elementos similares al PROGRESA mexicano y apunta a cortar la llamada “transmisión intergeneracional de la pobreza”. El plan se basa en el supuesto de que existe una masa crítica de difícil reinserción en el mercado laboral, pero que con un programa de mantenimiento de ingresos, sus hijos pueden salir de la pobreza. La contrapartida del subsidio es el compromiso de que los hijos asistan a la escuela y a controles de salud. Un estudio reciente ha mostrado que este tipo de subsidios en Brasil es mucho más efectivo en la reducción de pobreza que las subas del salario mínimo, pues el nivel de ingresos de esta franja de la población se ubica en general por debajo del salario mínimo.

• El otro pilar de reconversión del Plan Jefas y Jefes de Hogar, el subsidio de capacitación y empleo, ha mostrado ser de lenta implementación y no ha despertado un interés significativo por parte de los potenciales beneficiarios. En este terreno, también existen experiencias exitosas en términos de capacitación laboral orientada a la demanda, sobre todo para la población joven (en donde la incidencia del desempleo es mayor). Muchos países en Latinoamérica han participado de programas de capacitación laboral de gran escala con un componente de capacitación laboral esponsoreados por los gobiernos (Proyecto Joven en Argentina, ProJoven en Perú, Chile JOVEN en Chile, etc) conefectos positivos pero limitados en empleo, pero significativos en términos de calidad
del trabajo (probabilidad de conseguir un empleo formal). Mas recientemente, programas de capacitación laboral más inserción posterior gestionados por ONGs privadas también aparecen como una salida para paliar el desempleo.3
En síntesis, la buena noticia de la baja en la tasa de desempleo no debe ser un motivo para relajarse, sino que debe aprovecharse para impulsar reformas que mejoren la situación actual de miles de empleados y desempleados a la vez.

 

 

 

Notas

 1. Si bien la Encuesta Permanente de Hogares ha experimentado un cambio de metodología para el cálculo del empleo y las tasas no resultan totalmente comparables para 1993 y 2006, a los fines prácticos, la tendencia decreciente del desempleo ha sido una constante desde 2003.

2. Tanto la población económicamente activa (PEA) como la tasa de empleo son más elevadas que las de 1993. El crecimiento tendencial de la PEA y la tasa de empleo se observa en la mayoría de los países en desarrollo, en donde se observa una incorporación paulatina de individuos al mercado laboral, especialmente dado el ingreso creciente de las mujeres. Sin embargo, argentina presenta una tasa de empleo (y PEA) que se ubica por debajo de países de desarrollo similar. Diversos factores se ubican detrás de este fenómeno, pero no son objeto de este artículo.

3. Por ejemplo, el proyecto ENTRA 21 es un proyecto de menor escala que se esta ejecutando en la mayoría de los países de A. Latina, y busca capacitar a jóvenes con problema de empleabilidad en capacidades TICs y relacionadas.

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