PARIS. "Cuando vivan aquí deberían encontrar trabajo y no hablar en argot. Tampoco deberían llevar gorras al revés". Con estas polémicas palabras la ministra de Familia del gobierno de Sarkozy ha vuelto a exaltar las tensiones con la comunidad musulmana en medio del debate sobre la identidad nacional francesa lanzada por el ejecutivo galo.
Nadile Morano, la responsable de estas palabras en uno de los debates sobre identidad nacional, ya ha sido acusada de racista por la oposición socialista mientras que las ONG de defensa de los derechos de los inmigrantes ha pedido al primer ministro, François Fillon, que la llame al orden.
Por su parte, su oficina ha asegurado que sus palabras han sido sacadas de contexto. "No estamos haciendo un juicio a los jóvenes musulmanes. Respeto su situación. Lo que quiero es que se sientan franceses porque son franceses", ha matizado sus palabras Morano en una emisora de radio.
Sin embargo, las declaraciones de esta dirigente del Gobierno, miembro del círculo íntimo de Sarkozy, llegan en mal momento.
SOS Racismo y el Partido Socialista Francés acusan abiertamente al ejecutivo de azuzar las tensiones raciales con los debates sobre identidad nacional y ha pedido que los frene antes de que provoquen un estallido violento.
Estereotipo recurrente
"Esta es una operación política diseñada para poner a unos franceses contra otros y crear una guerra de cultura e identidad", ha subrayado el parlamentario socialista Arnaud Montebourg.
Sin embargo, las palabras de Morano reflejan buena parte del estereotipo que la sociedad francesa tiene de los jóvenes que viven en los suburbios de las grandes ciudades, muchos de ellos de origen musulmán.
Con todo, los jóvenes con gorras al revés, pantalones anchos y que hablan una forma distintiva de argot -llamada verlan- se ha extendido por todos los institutos de secundaria.
El gobierno de Sarkozy ha vinculado directamente los temas de inmigración e integración en sus debates sobre identidad nacional, jugando una estrategia que sirvió para afianzar la victoria de Sarkozy en 2007 a costa de los votos del ultraderechista Frente Nacional.