Un estudio sobre la productividad, distribución del ingreso y cantidad de horas trabajadas en Latinoamérica arroja señales de grandes cambios respecto a la década pasada.
Según indican
En Argentina, luego de la gran caída de la crisis de 2001, los ingresos familiares per capita han crecido en forma sostenida, sobre todo en el caso de los hogares más humildes, que han recuperado un 50% de sus ingresos respecto al fin de la convertibilidad, contra un 10% de las familias más pudientes, lo que hace que la distribución del ingreso real sea más equitativa.
Entre 2001 y 2006 la tasa de desempleo cayó por debajo de los dos dígitos, y aún más la de subempleo. Durante esos mismos cinco años, la cantidad de gente con empleo aumentó un 7,6%. El ingreso aumentó, dado que en 2001 el 27% de los trabajadores cumplía jornadas completas, mientras que en 2006 lo hace el 37%. Las mejoras en la distribución del ingreso, entonces, se dan tanto por el aumento de horas trabajadas como porque muchos jóvenes dejan sus estudios para lanzarse al mercado laboral, lo que implica un perdida en la capacitación y recursos humanos. Además, en el aumento de ingresos influye la mayor informalidad laboral y la precarización o flexibilización de las condiciones del trabajo.
Todo esto ha incidido en
Afirma también UIA, que los países más desarrollados cumplen con severas reglas de productividad, lo que garantiza la competitividad que otros han perdido por no seguir normas estrictas al respecto. Con ello optimizarían la relación costo-productividad y lograrían mejoras reales y sostenibles en los salarios. Por lo pronto, la actividad industrial argentina está creciendo a un promedio del 11% anual desde 2003.
Pero como ya se dijo, la incidencia del trabajo informal sobre la productividad es grande. Casi la mitad de los trabajadores del sector privado siguen trabajando en forma no registrada, y esto influye en que algo más de uno de cada cuatro argentinos siga siendo pobre. Entonces, el crecimiento económico de los últimos cuatro años al 9% no ha disminuido la pobreza y la indigencia tanto como se esperaba.
Comparando con otros países de la región, Paraguay tiene una informalidad laboral del 77% y un índice de pobreza del 38%, mientras Chile (con un desarrollo similar al de Argentina) solo tiene un tasa de empleo “en negro” del 23%, y la pobreza afecta al 19% de los chilenos, la más baja de Sudamérica. En Argentina esos guarismos casi se duplican: un empleo no registrado del 43%, y pobreza del 27%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
Debido a los altos impuestos al trabajo en Argentina, solo los trabajadores de mayor nivel de educación obtienen los mejores empleos, disfrutan de seguridad y estabilidad y sus salarios son más elevados. Y el resto solo accede a empleos de menor calidad, muchas veces no registrados y de escasa productividad, y son los más expuestos a los frecuentes cimbronazos económicos de
Y todo parece indicar que se hará difícil cumplir con los objetivos de erradicar la extrema pobreza del subcontinente para el año 2015, el objetivo “del milenio” que en el principio de este siglo se fijaron los jefes de Estado de
Ahora bien; no son pocas las amenazas que se ciernen sobre este panorama casi inédito en