España. La mitad de los jóvenes de León no tienen ingresos propios y un 30% ganan sueldos que no superan los mil euros al mes.
Hipercualificados, con idiomas y experiencia laboral, su problema en común es la vivienda.
Periodistas
Miguel Ángel Pérez Lamas tiene 28 años, es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca y actualmente trabaja como jefe de Informativos en Punto Radio León. En su nómina figuran mil euros clavados. «La presencia que aportamos no tiene nada que ver con lo que realmente ganamos», explica el locutor para referirse a la equivocada imagen que se tiene en la calle de los jóvenes que trabajan en los medios.
Su caso no es una excepción en un sector francamente difícil. De sus cinco compañeros más cercanos en la facultad, sólo tres ejercen la profesión. Otro de ellos trabaja en la construcción, con su padre, y el quinto es reponedor en unos grandes almacenes. «Y eran de los que mejores notas tenían».
Salamanca es la «fábrica de periodistas» de Castilla y León. «Allí es complicado buscar un empleo y, además, bien remunerado. Si no te gustan las condiciones hay otro dispuesto a hacerlo a mitad de precio», asevera.
Horarios que superan las 35 horas semanales y sueldos que en muchos casos no se corresponden con el nivel formativo y la experiencia de los profesionales son el pan de cada día en el periodismo. «Para compensar está la vocación y las ganas de hacerlo bien. La familia y los amigos se quejan de los los horarios, pero pienso que ya se trata de un defecto profesional». Como es de Salamanca, Miguel Ángel no tiene posibilidad de residir en el domicilio familiar. En el alquiler del piso y los gastos se le va una tercera parte del sueldo. Reconoce que «León no es una ciudad cara», pero «los gastos en comida, teléfono móvil, Internet ,combustible para el coche, el cine y las cañas con los amigos» le impiden pensar en el ahorro, y mucho menos en la compra de un piso. «La gloria llega tarde y el dinero, después», reflexiona.
La vivienda, un tema intocable
Ese es el gran problema común de todos los jóvenes entrevistados para este reportaje. Ni uno solo tiene previsión a corto plazo de adquirir una vivienda, aunque muchos ya lo han intentado al menos una vez. Para acceder a las ayudas públicas para la compra de un piso hay que tener unos ingresos mínimos equivalentes al 1,5 del Salario Mínimo Interprofesional (856 euros) y no superarlo en 4,5 veces.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de ingresos de los jóvenes leoneses son inferiores a mil euros y que es difícil encontrar un piso que hipotecado salga por menos de 500 euros al mes, la conclusión es que la vivienda es un tema intocable. O quizá no.
«Si piensas comprar un piso en León con un sueldo de unos mil euros puedes hacerlo, pero te tienes que privar de otras cosas. Aunque no poder irte al cine un día que te apetece o comprar un libro resulta frustrante para nuestra generación», confiesa Henar Riegas, responsable de un gabinete de prensa. Periodista de carrera, se siente una privilegiada por muchas circunstancias: «Ejerzo mi profesión, con un sueldo digno y unas condiciones laborales muy dignas, y sobre todo porque veo en qué situación están otros compañeros».
Su situación no es común. Gana algo más de mil euros, tiene horario fijo y el ambiente de trabajo es bueno. Tampoco es habitual el hecho de que no haya estado nunca en el paro desde que acabó la carrera en la Universidad Complutense de Madrid. Pese a que su situación actual es aceptable, sabe lo que es vivir en Madrid con menos de mil euros. «Tenía que compartir piso, para ir al cine esperaba al día del espectador, en fin. Hay momentos en los que te cuestionas si merece la pena todo lo que te formas».
Desde su punto de vista, el problema no es tanto la cantidad ganada como las condiciones de vida en general. «Yo no sé si 600 euros o 1.500 es poco o mucho dinero, lo importante es cómo está el coste de la vida, cuánto te piden por los alquileres…».
Con su salario puede permitirse viajar, algo imposible para otros muchos jóvenes. Aunque hay formas y formas de hacerlo. «Viajo todo lo que puedo, pero tengo mentalidad de chica ahorradora. Cuando salgo me adapto a mi sueldo y, desde luego, no me hospedo en un parador. Es la única forma de hacerlo».
Insatisfechos en el trabajo
La percepción general de los jóvenes leoneses respecto a su trabajo es mejorable. Según recoge el informe de la Junta, los encuestados están muy satisfechos con su relación con los compañeros de trabajo -a este aspecto le dan una nota de 7,75 puntos sobre diez-, aunque se muestran especialmente frustrados cuando se valora la retribución salarial y la presión y el estrés en la jornada laboral.
Se da la circunstancia de que uno de cada tres jóvenes leoneses con estudios universitarios superiores se han tenido que decantar por trabajar en la agricultura (9,4%), en la hostelería (7,8%) o como comerciales (11,9%).
Es el caso de Rubén García Pérez, de 28 años. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de León, domina tres idiomas, se ha especializado en diversas disciplinas y ahora trabaja como comercial en un nuevo formato inmobiliario. Gana alrededor de 900 euros, pero los gastos básicos de alquiler, comida y gasolina absorben en torno al 80% de su sueldo.
Trasteros a 90.000 euros
Es de los que se ha planteado seriamente comprar una vivienda, pero a día de hoy sigue compartiendo piso con tres personas más en una céntrica calle de la capital. «Estuve un par de meses centrado en la búsqueda de un piso que se adapte a lo que puedo pagar. Lo único que me podía permitir era un ático de unos 50 metros cuadrados por el que me pedían creo que unos 90.000 euros. En realidad era un trastero reformado que no tenía cédula de habitabilidad».
Aun así, se acercó a una entidad financiera para estudiar las posibilidades de compra. La respuesta fue que se le podría hipotecar como lo que era, un trastero cuya tasación nunca superaría los 12.000 euros. El resto hasta los 90.000 podría conseguirlos con un préstamo personal, a un interés y con unos plazos de devolución absolutamente imposibles.
Jóvenes científicos Uno de los matices que caracterizan al mileurista es precisamente su hipercualificación. Es el caso de la leonesa Ana Alonso Simón y del palentino Hugo Mélida Martínez, ambos investigadores en la Universidad de León. Lo único que les diferencia profesionalmente es el patrocinador de su beca, el resto, lo que ya se conoce de los becarios: ganan 900 euros o menos y trabajan en los laboratorios entre nueve y diez horas diarias. Todo ello a pesar de que son el mejor activo con el que cuenta la institución académica, puesto que la mayor parte de la producción científica (investigaciones, artículos, doctorados…) la aportan ellos. Ana Alonso tiene 29 años. Se licenció en Biología en el año 2001. Tenía claro que iba a hacer la tesis doctoral «porque si no en León es muy difícil hacer algo». Consiguió una beca de cuatro años financiada por la Universidad para realizar una investigación en el departamento de Fisiología Vegetal, que concluye este año. «A partir de ahora intentaré irme fuera porque es difícil que salga una plaza en la Universidad de León a corto plazo». Cuando dice fuera se refiere a algún país europeo, donde los jóvenes investigadores se encuentran en una situación bien distinta, caso de Francia.
Para ser profesor
«Aquí, si sacas una plaza de profesor no titular cobras unos 1.200 euros, pero para eso necesitas el doctorado, haber trabajado en el extranjero, tener experiencia en la docencia, publicaciones…», explica Ana.
El biólogo Hugo Mélida, de 24 años, es compañero de departamento. Para él es el primer año de la beca, por la que cobra 850 euros netos al mes. Su mecenas es la Junta de Castilla y León. «Los requisitos pasan por tener un buen expediente -su nota media se acerca al sobresaliente- y presentar un buen proyecto de investigación».
Vive solo en un apartamento en Villaobispo y tiene coche propio, aunque se lo han facilitado sus padres. Los gastos no le dan para mucho, pero está contento con su situación, sobre todo porque cree que es un privilegiado frente a esos compañeros que no están haciendo nada o que se han tenido que poner a preparar oposiciones para policía o profesor, casos que se han dado entre sus amigos más cercanos.
La salida de los teleoperadores
Marta Rodríguez García, de 34 años, se diplomó en Trabajo Social en el año 96. Desde que terminó la carrera hizo prácticas en San Juan de Dios, fue voluntaria de Cruz Roja y preparó infructuosamente durante varios años unas oposiciones. Así hasta que encontró su primer trabajo remunerado. Sólo ha ejercico en una ocasión su profesión. «Fue la emoción de mi vida, vamos». Pero le duró poco. La residencia de ancianos en la que trabajaba aplicó una reestructuración y se fue al paro un año. Nadie valoró un año de trabajo impecable ni sus viajes diarios hasta Benavente. «Ese día tuve un gran disgusto».
Actualmente trabaja como teleoperadora durante seis horas a cambio de un sueldo de 730 euros. «Es un trabajo cómodo porque me queda a media hora de casa y con el salario me arreglo puesto que vivo en la residencia familiar y no tengo gastos ni de hipotecas ni créditos».
Por primera vez se ha planteado la compra de un piso, pero el primer problema que ve sin ni siquiera salir a la calle es cómo financiar la hipoteca con un contrato de seis horas. «Si trabajara ocho horas y cobrara como tal a lo mejor me lo pensaba», dice.
Comerciales y comerciales
El ponferradino Ramón Mendieta Carballo trabaja esas ocho horas como comercial, a pesar de que terminó hace tres años la carrera de Relaciones Laborales. «Siempre me he dedicado al sector comercial porque en León no hay mucho más donde elegir», asegura.
«Yo ahora no podría cambiarme de trabajo para hacer algo relacionado con mi formación porque ganaría menos dinero. No paro de mirar las ofertas de trabajo, pero es que hay algunas que te dan la risa». ¿Como cuál? «Como trabajar diez horas en una asesoría por 600 euros».
Marta Martinuzzi Morais, de 22 años, es la entrevistada más joven. Trabaja como administrativo y, si lo hiciera a jornada completa, cobraría 930 euros mensuales, pero su contrato es a tiempo parcial. Su situación es representativa de muchos jóvenes leoneses. Según los datos manejados por la Junta, sólo un 43% de los jóvenes tienen un contrato indefinido a jornada completa. El resto son a media jornada, eventuales, por horas, de obra o servicio o son trabajadores por cuenta propia.
Marta vive con su madre y sus abuelos. Su caso pertenece a ese 40,5% de jóvenes leoneses que necesitaría ayuda económica para independizarse. Está mirando un piso con su familia y ni así lo ve posible por menos de 180.000 euros. «De momento, si me paso en los gastos no llego a fin de mes».